no voy a entrar en detalles pero mi hermano tenía la espalda toda quemada y le dije que se tenía que cuidar, su piel se iba decolorando poco a poco en dirección a la espalda pasando por varios tonos de violeta y la espalda la tenía completamente negra, toda la espalda, horrible. Dicho esto él me muestra mi pierna y yo en mi muslo derecho tengo una serie de granos como ampollas que se me formaron, una docena de pequeños granos como ampolletas muy débiles y yo digo no me las toquen, y mi hermano no me las toca. Busco una explicación racional al asunto y no alcanzo, una de ellas ya se reventó y de ahí comienza a salir una babosa viva. Es un instante prolongado de pánico muy intenso de confusión, cómo se metió esa babosa a mi cuerpo, y lucha por salir, el diagnóstico de mi hermano es que si es babosa está bien, pero entonces una mayor porción del cuerpo de la babosa ha salido y se ve que tiene concha y que es un caracol, preocupación al considerar que de las otras ampollas también van a empezar a salir estas babosas -pero cómo se metieron- y la babosa que ya casi está afuera se retuerce y recula, no puede salir, sufre, casi siento empatía con ella, es una babosa con personalidad, sufriendo por abandonar mi cuerpo que tuvo que ser contaminado gravemente.
En fin, me pongo a vomitar y soy lo más parecido a No-Face que existe, vomito una sustancia negra y vizcosa, casi maderosa y no paro nunca de vomitar por un buen rato, mi hermano decide que me va a llevar al médico y me lleva hacia el ascensor, él se sube y yo voy a buscar algo al departamento. Vuelvo vomitando y entro al ascenor, veo a mi hermano de perfil, él me está ocultando un lado de su cuerpo y de su cara, sólo me mira con el ojo derecho, de perfil. Me dice que algo horrible le pasó a él también ahora y que me va a mostrar, empieza a girar el rostro para mirarme de frente y yo casi creo que su ojo izquierdo no va a estar, que va a haber desaparecido. Terror sin límites. Pero el ojo izquierdo está. Y cuál es el problema entonces. Mi hermano me confiesa, con gran preocupación, que no puede cerrar los ojos. Yo trato de ayudarlo, para mí eso no es un problema, le digo que se relaje nomás. Y él me dice "tú también". Parece que todo fue un ardid para que yo dejara de preocuparme.
Ya estoy tranquilo entonces, ya no me preocupo por los gusanos que salen de mi pierna infectada de ampollas. Solamente sigo vomitando y ahora derechamente voy tironeando hacia fuera de mi boca una especie de raíz que penetra por mi garganta, me voy sacando pedazos de esta sustancia vizcosa que quedaron atrapados dentro de mi boca. La cosa se empieza a degenerar aún más.
En un momento escucho a unas japonesas cantar una canción de despedida, adiós Yokohama, o alguna ciudad así, y la cantan subiendo por una cuesta al anochecer y es tal su alegría al cantar -yo siento que debo retener esa canción, esa melodía tan magnífica- que me dan ganas de irme de la ciudad en que estoy ahora.