miércoles, mayo 18, 2011
reciclando uno viejo porque soy un maestro
Me dijeron que fuera a una parte a esperar a alguien que me tenía que pasar un paquete antiguo, de forma rectangular y amarrado con hilo de bolsa, pero yo no fui. Al otro día llegué más temprano que nunca a la oficina y estaba sentado a mi escritorio, moviendo la cabeza de un lado a otro, la persona que me tenía que entregar el paquete. Supe instantáneamente que él era el asesino, por su disfraz. Este personaje se encontraba conversando con mi jefe, el cual sin lugar a dudas se confundía al llamarlo por mi nombre. Aquí estoy, dije yo, pero mi jefe no giró para mirarme. Pensé que le complicaba comunicarme la noticia de que habían tomado la decisión de reemplazarme por ese asesino. Fui a tomar desayuno al primer piso y cuando volví, mi reemplazante estaba chateando con todos mis contactos. Fui al puesto de mi jefe y le dije “hola”, pero el tan sólo me dijo “hola” como siempre, sin apartar los ojos de la pantalla de su computador, que estaba con el protector de pantalla de los pescaítos. Me fui con mi café a la ventana, a mirar un rato a lontananza, los edificios en construcción con sus grúas y las siluetas diminutas de los maestros. Pensé que, eventualmente, yo podía ir a pedir trabajo a esa construcción. Quise calcular la manera de llegar allí, pero después me puse a pensar en lo que estaría diciéndoles el asesino a mis contactos por el Messenger. Pensé que sin duda tendría que explicarles, en la hora del almuerzo, lo que me había pasado. Y también en los días siguientes, a medida que los fuera viendo uno por uno.