domingo, septiembre 14, 2008

SOPA DE OJOS

me dio el miedo puh huevón
mi miedo ya se secó




Esta historia ocurre en el futuro, donde todo es posible. Los hechos que aquí se relatan son inenarrables, son parte de la curiosa ventura, de algún misterioso arriero.


Era la época del plenilunio. Juda Monroe era un itinerante hombre de negocios. Su materia, la droga pura y blanda, estaba siendo codiciada por los esbirros de la emperatriz. Esa noche Juda aluniza en la capital, proveniente de la frontera, y lo que se cuenta a continuación, sucede.

El avión se detiene y Juda ha ingerido las pastillas de la disolución de su abuela Naca. El descenso y los tratos con el taxista le parecen no de la sustancia del tiempo, sino de la de sueños. Llegan a un acuerdo y se embarcan.

El acuerdo es el siguiente. Juda Moreno no trae efectivo. El taxista lo conoce; deciden que llevarán a Monroe a la casa de Pablito, el hermano de Diego, que lo recibirá de buen aspecto. En el camino, Juda se bajará en algún cajero, a girar los créditos que conseguirán pagar la carrera. El acuerdo es la simpleza misma.

El acuerdo está complicado porque unos sujetos (el taxista así lo ha decidido) irán también con ellos. Uno de los sujetos, Lucio, es descendiente del club de los Piñera-Trustain, y Juda lo conoce. El otro, cuyo nombre no sale nunca a flote, es estafeta de Lucio, y Juda lo ha visto antes, o le encuentra cara conocida; tal vez, es posible, haya visto su rostro en la foto de algún periódico de la frontera. Juda no tiene posibilidad de discutir y se embarca atrás con los dos.

En el camino Juda se entera de que Lucio y su aprendiz van a cometer un atraco. El banco en cuestión queda en el camino a la casa de Pablito, que como ya se dijo, es el destino final de Juda. Juda entiende todo esto de la conversación que estos sujetos llevan con el taxista. Lucio le extiende a Juda un billete de 5 galeons, de una antigua deuda. Juda lo recibe y lo guarda en el bolsillo de su camisa. Por desgracia, se le rompe un poco, pero lo conserva entero.

De pronto se detienen. El estafeta se baja por la puerta derecha. Pasan los minutos, el estafeta vuelve; Juda se percata de que lleva boina. No sale a flote en palabras, pero todo indica que ha traído el botín. Reemprenden el viaje. Juda se lamenta de no haber aprovechado la detención, para bajar a girar el dinero de su carrera. Luego se recuerda de que en el bolsillo tiene los 5 galeons que costará la misma; en ello Juda logra descansar.

En un momento, Piñera le ofrece a Juda cambiarle el billete de 5 galeons en billetes más pequeños obtenidos del robo. Juda siente que no debe negarse, pero en un momento lo recuerda todo. Recuerda el viaje pasado, el avión que aluniza proveniente de la frontera, la particular situación. Juda se baja del taxi, pasando por encima del estafeta. Desde la calle les habla: "sé que no son reales".

La particular aseveración de Juda se produce por lo siguiente. Juda acaba de recordar, de otro viaje similar, la estafa de que aquella vez fue víctima. Unos corsarios le hicieron creer que transportaban un multimillonario botín. Compartieron un vehículo, y en el trayecto le ofrecieron sencillarle un billete de 5 galeons, en 5 billetes de 1 del botín señalado. Juda aceptó, sin sospechar que los billetes eran falsos. La puesta en escena de los corsarios había sido absolutamente pasmosa.

Así también la de Piñera y su aprendiz. El aprendiz había vuelto al taxi limpiando un cuchillo ensangrentado. Juda se dirigió a pasos a la casa de Pablito y los del taxi lo siguieron. Aquí comienza el descenlace del cuento.

Juda realizará la transa con Pablito, y luego compartirán un toque de la dorada mercancía. Son amigos de chicos. Juda asciende al tercer piso del edificio donde Pablito vive y golpea. Pablito le dice que ha visto a los del taxi en el estacionamiento. Mientras tanto, en el taxi, el taxista está receloso del plan que van a ejecutar. Les dice a los otros que Juda sabe que subirán. En esta aseveración, Juda entiende un respeto velado hacia su capacidad y se prepara.

El primero en subir es el estafeta. Subirán de a uno. Juda se parapeta de alguna forma en la varanda de la escala y aunque el estafeta lo ve, Juda consigue sacarle un ojo, el derecho. La situación se torna violenta; el estafeta está fuera de combate. Sube Piñera y corre igual suerte. Finalmente, es el turno del taxista.

Juda lleva dos muertes y el taxista es el más poderoso de los 3. Sube a pasos agigantados por la fachada del edificio, corriendo digamos en vertical. Su silueta se dibuja pequeña y relampagueante contra el cielo del ocaso. El edificio de Pablito yace en un suburbio de la ciudad. Juda y Pablito dedicen trepar a la azotea, a donde el taxista finalmente logra arrimarse. Pelean. Juda le clava una estaca en el pecho. El taxista cae de la cornisa. Abajo, hay una terraza intermedia en la cual el taxista podría sobrevivir. Esto haría que la pelea continuara; pero esto no pasa, el taxista cae hacia lo que al parecer es el suelo del estacionamiento. Juda y Pablito no pueden ver el final del porrazo.

Aquí Pablito le pregunta a Juda por qué ocurrió esto y Juda le contesta: "me dio el miedo puh huevón".

Y luego de un pausa agrega: "mi miedo ya se secó".



Juda vuelve a la tierra y en ella algo le empuja a reflexionar. Es la presión de los hechos. Juda entiende que su violencia ha sido injustificada, y que tal vez los personajes del taxi la buscaron y la disfrutaron.

Juda siente que ha fallado, y que hubo de matar para regresar, siendo que podría haber sólo regresado. Simplemente. Se pregunta por qué tuvo que recurrir a ese terror originario, el miedo que según alguien ya se extinguió. Se recuerda deslizando los dedos alrededor del globo del ojo de un personaje estrafalario. El olor de la cena lo interrumpe.